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viernes, 9 de mayo de 2014

El alma de los libros

Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia que parece de ficción, pero que es totalmente real, todos hemos escuchado alguna vez que la realidad supera la ficción, al igual que también muchos abran oído decir que existen más cosas entre el cielo y la tierra de la que están en los libros.
Aunque, una parte de esta historia me la contó una persona muy racional, demasiado racional para inventar algo así, me parecía increíble. Yo personalmente no niego, ni afirmo la existencia de cosas que no podemos explicar, pero lo cierto es que solo creo lo que veo con mis propios ojos. Así que aunque la fuente era de fiar, la historia me resultada demasiado increíble y me provocaba mis dudas sobre su veracidad, hasta que parte de esta historia se produjo ante mis atónitos ojos.

Llamare a la persona que me la conto “Mr. X”, ya que no estoy autorizada a revelar su identidad.
“Mr. X”, es una persona amante de la lectura, y es muy habitual verle entre libros, de echo posee una extensa biblioteca personal, que continuamente sigue creciendo, leer y leer es su gran debilidad, incluso cuando viaja, siempre hay un lugar en su equipaje para unos cuantos, aunque eso no evita que durante el trayecto de sus viajes, su pequeña biblioteca portátil aumente en uno o varios ejemplares.

En una ocasión mientras viajaba, echo en falta uno de sus libros, le había acompañado durante mucho tiempo, ya que no era la primera ver que lo llevaba consigo, había sido adquirido durante uno de sus viajes, pero en algún momento del camino había dejado de estar en su poder. Esta pérdida disgusto mucho a “Mr. X”, pero ¿qué podía hacer?, ¿dónde iba a reclamar?, no sabía en qué ciudad había desaparecido el ejemplar. Cuando termino el viaje regreso a su hogar dando por perdido aquel libro. “Mr. X”, siguió viajando y los años fueron pasando.


Habían pasado quizás cuatro años o más desde aquel incidente y “Mr. X”, se encontraba de nuevo de viaje. Lo cierto es que no recuerdo a qué país me dijo que viajo en esta ocasión, pero si que iba acompañado de un amigo. Ambos se encontraban reclinados bajo las sombras de unas palmeras, cuando un nativo del lugar se le acercó y le dijo: - sígueme – “Mr. X”, le siguió sin preguntar nada. Le llevo hasta una casa, y le pidió que le esperase fuera, frente a la puerta de entrada, acto seguido cruzo la  puerta. Mientras esperaba que el hombre regresara, se preguntaba que estaba sucediendo, no sabía que fuerza le había hecho seguir a aquel extraño sin preguntar nada, ni que estaba haciendo allí parado esperando ¿qué?. Después de un rato el hombre que le había llevado hasta allí, volvió a salir y alargando su mano hacia él le entrego un libro
mientras le decía: - ahora vete -. Bajo la mirada observando el libro que le acababa de ser entregado, le era tan familiar que ni siquiera tenía dudas aún antes de abrir la tapa y reconocer la escritura de las primeras páginas. Aquel no era un ejemplar igual al que años atrás había perdido durante uno de sus viajes, aquel era exactamente el mismo libro perdido. ¿Cómo era aquello posible?, ¿quien era aquel extraño nativo que se lo entregaba de nuevo?, ¿como era posible que el mismo ejemplar volviese de nuevo a sus manos y de una manera tan extraña?. Nunca encontró una explicación a todas sus preguntas y menos aún a aquel extraño suceso. Pero siempre decía que los libros tenían alma y que ellos mismos buscaban su lugar.
Cuando regreso junto a su amigo, este le recrimino el haberse marchado así tras un desconocido, sin pensar en los peligros a los que se exponía, él solo respondió, que simplemente sintió el impulso de hacerlo.

De nuevo los años pasaron y con el tiempo “Mr. X, se trasladó de casa, durante varias semanas se dedicó a ordenar su enorme biblioteca, que semana tras semana iba creciendo, imagino que fue un trabajo bastante agotador.  Los libros se apilaban en las estanterías bastante apretados por falta de espacio para tanto ejemplar.
Un día me encontraba yo en su casa de visita, cuando al pasar por delante de una de las estanterías escuche un golpe seco, me volví y justo detrás de mí, a un palmo de mis talones y a medio metro de la estantería un libro había caído. Repase de arriba hacia abajo los estantes, buscando el hueco donde había estado el libro, pero solo lo encontré justo en el último están a escasos centímetros del suelo, si el hecho de que un libro cállese solo de una estantería, en que los libros estaban bastante apretados, era extraño más aun lo era la distancia a la que había caído el libro desde tan bajo, más que caer el libro había salido despedido y más aún justo después de pasar yo. Realmente aquello me inquieto mucho ya que sabía perfectamente que aquellos libros llevaban meses ya colocados allí y nadie los había tocado. Me puse nerviosa no lo voy a negar, aquello no era nada normal, ni siquiera me atreví a recoger el libro del suelo, llame a “Mr. X”, para que viese con sus propios ojos donde había caído el libro. Lo recogió del suelo mientras me decía: - este libro estaba en el sitio equivocado, no me di cuenta al ponerlo donde estaba, este pertenece a otra sección –  luego añadió – el libro reclama su sitió, por eso se ha caído – Yo casi me echo a reír, aún después de lo que acababa de presenciar no podía creer que un libro fuese a reclamar su sitió en una estantería junto a otros libros que fuesen de su misma categoría, pero añadió aún mas dijo: - los libros tienen alma y este libro en concreto es especia – le pregunte por qué, entonces me pregunto si recordaba la historia del libro que había perdido en un viaje y que años más tarde en otro viaje le devolvió un nativo, le dije que sí, el me respondió: - aquel libro, es este mismo -.  Mi extrañeza y desconcierto aumentaron sobremanera. Y yo me pregunto ¿realmente los libros tienen alma? No sé qué contestar, solo se lo que paso. Imagino que si han llegado hasta aquí, en este momento se preguntaran ¿qué libro era ese?, pues se trataba de una edición de Monuments of Upper Egypt de Auguste Mariette–Bey una edición de 1877 escrita en inglés.
Que cada cual saque sus propias conclusiones, yo solo he contado lo que sucedió.


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