Antonio J. del Puig
A UN GESTO DE MARIA
BILOVA
“En el
bosque de la muerte
Donde moran
las wallis,
Myrtha, tú
eres la reina.
El conde
Alberto va a depositar
Unas flores
en la tumba de su amada
Giselle.
Vosotras que
no sois inmortales,
Pero que
vivís más de nueve milenios
Según cuenta
Plutarco,
Asesinaréis
a quien
No baile
hasta el amanecer.
Cuando el
puro amor que hizo
Enloquecer a
la bella
Y el cobarde
enamorado,
Arrepentido
y avergonzado,
Llega sin saber
el destino
Que le
aguarda,
Tú permites
que el amor
Defienda al
amor,
Pero, ¡ay,
Myrtha!,
Cuando lo
ves, te giras
Y apartas tu
mirada,
Te das la
vuelta,
Y con la más
infinita elegancia
Y gracia
Haces un
etéreo gesto despectivo
Con tu mano
izquierda.
¿Qué pasa en
tu corazón, Myrtha?
Esa
inusitada cadencia
Que ampara
El más
profundo dramatismo
Unido al
gesto lírico supremo,
Nadie lo
hizo como tú,
María
Bilova.
Así era la
leyenda escandinava
Que Heine
recogió,
Que Gautier
leyó
Contándosela
a su amigo
Vernoy de
Saint-Georges
Para que
escribiera un libreto,
Y que Jean
Coralli
Y después
Perrot,
Y después
Petipa la coreografiaran,
Y Delibes le
pusiera música,
Para hacerte
eterna, María Bilova.
Nadie ha
bailado el acto segundo
Como tú lo
has hecho,
Nadie hizo
ese gesto
Como tú lo
hiciste.
Ese gesto
que representa al mundo
Perdido y
casi destruido
En su vejez
y desdicha
Presto a
comenzar todo otra vez
Para cometer
Los mismos
errores de antaño.
¡Cuántos
recuerdan aquella noche
En el
Bolshoi, cuando te vi
Por primera
vez!
Te veo, te
recuerdo, te sigo viendo.
Una cinta
detiene el tiempo
Y produce un
viaje astral.
Si alguna
vez lees estas líneas,
María
Bilova,
Y recuerdas
que una vez,
Hace mucho
tiempo,
Una sombra
entró en tu camerino
Y besó tus
labios
Mientras te
desmaquillabas
Y tuvo que
huir sin más remedio,
Ahora sabrás
por qué.”
De su libro, "Theatro de Amores y Leyendas"
© Antonio J.
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